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Te esperare

Te esperare

Su alegría a su lado, era conmovedora. Tanta juventud, tanta dulzura. La querría tener a su lado todo el tiempo y a su lado la tenia. Le acompaño a visitar esa vieja institución, tenia que ir, se graduaba un amigo. Era un edificio antiguo, perdido en la inmensidad. Y allí la perdió. La espera era innecesaria y el espectáculo poco observado, se sentaron arriba del todo y cuando se despeño sintió que se caía el mundo. No volverían a ondear sus rizos, no volvería a brillar su sonrisa, no volvería a haber alegría en la vida.

La familia le obligo a abandonar el lugar, a cejar en su inútil empeño de convertir en rabia su dolor. No había nadie a quien acusar, no había nada que estuviera mal, solo había sido un accidente. No había explicación a por que la casualidad la quitaba de su lado. Volvió en su viejo coche a casa, sin querer dejarse acompañar por nadie. No tenía sentido quitarse la vida ni lo tenía seguir con ella.

Cerca de ahí, pero insalvablemente lejos se había levantado ella. Una señora la observaba, vestida con un traje de esos del pasado, de esos que parecían ser tan útiles. Pregunto sabiendo la respuesta y se levanto si hacer ningún esfuerzo por escucharla. El cielo tenía un color distinto, todo parecía diferente y la señora le apremiaba a que la acompañase para presentarle a sus compañeros.

-¿Dónde esta la luz y el túnel?- Pregunto como el que cree por que no se molesto en preguntarse si debía o no hacerlo.
- Lo siento querida, las puertas están cerradas.- Dijo con un leve movimiento de cabeza, como un intento de girarse para comunicar eso mirando a los ojos.- Pero no será por mucho tiempo.-

Tiempo…, el tiempo parecía no tener mucho sentido. Y lo perdió en absoluto cuando conoció a los demás, un portero y un granjero. Todos se dedicaban ha hacer algo, ha hacerlo una y otra vez. Trabajar una tierra que nunca producía nada y nunca dejaba de estar cultivada. Cerrar unas puertas que nunca se abrían. Y reunirse por la noche, reunirse y hablar sin decir nada. Nadie comentaba su situación, nadie parecía querer darle importancia.

Ella se dedicaba a ser la visitante que había sido, visitaba los mismos sitios, sin sentir que fueran nuevos ni que fueran viejos, simplemente visitaba, la saludaban como recién llegada. Se quedaba observando algo o alguien, un tiempo que podría ser una eternidad sin sentirse ni entretenida ni aburrida. No sentía nunca soledad y no le extrañaba. Salvo por las noches, cuando se tumbaba en el campo a ver las estrellas sin saber bien si dormía o no, pero entonces sentía que echaba algo de menos, que quería estar con alguien y no podía. Entonces lloraba, sintiendo tristeza, sin llegar a poder explicar que le pasaba ni a sentir la necesidad de hacerlo.

No sentía que hubiera pasado el tiempo. Le habían dicho que tenía que superarlo, que tenia que olvidarlo, que se estaba volviendo loco. Pero cada noche la sentía a su lado. Sabía que no estaba ahí, sabía que no estaban juntos, pero sabia que sentían la misma tristeza. Y volvía ahí, cuando la esperanza rozaba la locura y la sentía a la vuelta de una esquina, la sentía detrás de alguna puerta, la sentía sentada a su lado o apoyada junto a el en una vaya. Recuerdos, le dijeron, intento mantener una vida, mas o menos normal. Sonreía en las fiestas, reía en el trabajo y quería a las personas que estaban cerca de el. Pero no conseguía engañar a nadie. Era una sombra, a medio camino de donde estaba la persona con la que quería estar.
Era el amanecer, un nuevo día. Se sintió alterada al sentir que era un nuevo día, como si eso fuera algo que no hacia desde hacia mucho tiempo. Se levanto y ahí estaba la mujer que había visto el primer día, a su lado. Sabía que no la había vuelto a ver, pero no le había dado importancia. Estaba el agricultor, un hombre mayor y simpático, con el que sentía haber pasado mucho tiempo y que siempre había sido amable con el. Y estaba el viejo portero, que nunca decía nada, pero se preocupaba de todo el mundo. Y estaba ahí sabiendo todas esas cosas y aun así, se calmo y recordó que estaba muerta, que las puertas estaban cerradas pero que algo estaba cambiando. Miro al cielo como hacían los demás.

Sobre el cielo azul se perfilaban las estrellas, para caer hacia la tierra. Las puertas se estaban abriendo. Los campos se llenaron de actividad, cientos de personas corrían hacia el este. Parecían aparecer de todos lados, de aulas, de los campos, de casas que no estaban ahí, pero que se veían claramente. Todos corrían hacia las puertas.

- Bueno, creo que nosotros podemos marcharnos también.- Dijo la mujer, mirándola muy dulcemente y después mirando al agricultor, que sin duda era su marido.

- No se por que tienen todos tanta prisa, no las van a cerrar de nuevo.- Dijo el portero, que parecía lamentar no ocuparse de esas puertas.

-¿Y que vas ha hacer tu pequeña?- Le dijo el hombre, con una enorme ternura.

Y entonces supo por que todos la mimaban tanto. Ella lo había sentido, todas las noches, no había nadie esperándola ahí arriba, solo la esperaban aquí abajo. Y sintió tanto dolor que no pudo aguantarse de pie y cayo de rodillas llorando.

El sintió el cielo caerse encima de el y no consiguió dormir, como otras tantas noches, pero esta vez no era por que la sentía, sino por que parecía que estaba dejando de hacerlo. Pensó que tal vez ella no se había ido tan lejos, como para que el no pudiera acercarse lo suficiente, lo había pensado muchas veces, entre otras muchas cosas. Y volvió a ir al viejo lugar.

Al llegar, le pareció muy distinto, pero sin cambios que pudiese notar. ¿Estaba ese campo ahí antes?, ¿existía ese camino? Y entonces tras traspasar una vieja puerta fuera de uso y que pertenecía a saber a que vieja propiedad, vio la primera sombra. Corriendo hacia la puerta y desapareciendo. No tuvo tiempo de preguntarse por la posibilidad de ello, se bajo y corrió por un camino que conocía de memoria, que había recorrido muchas veces sintiéndola a su lado, hacia una casa en ruinas donde solía sentir que se despedían. Entonces al final la vio, con tres sombras a su alrededor. Pero ella parecía mucho mas real y estaba de rodillas en el suelo llorando.

No se pregunto si podía o no hacerlo, simplemente lo hizo, la cogio y la estrecho entre sus brazos. Parecía que nunca se hubieran dejado de abrazar, recordaban como de ayer ese leve olor que sentían, ese leve tacto que apenas notaban, esa sonrisa que sabían había a su lado. Los dos se veían levemente difusos, cada uno en su mundo, pero juntos por un lazo que no se puede romper. Y cogidos de la mano sin pensar en nada que decir siguieron, uno a las tres sombras y la otra a esas personas que la habían acogido, hacia las puertas.

Y allí, en las puertas, se besaron, no como una despedida, sino simplemente por que desearon completamente hacerlo.

- Te esperare.-


Basado en una idea original de la factoría de sueños de Sergio.

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