Blogia
aluete

En un mundo imperfecto

En un mundo imperfecto Observo las farolas que se alineaban defectuosamente, como siempre, transmitiendo una tenue luz a la calle, incapaces de dar claridad como el sol, incapaces incluso de permitir una buena visión. Entonces dirigió su vista en tres árboles alineados, exhibiendo sus hojas a un sol inexistente, ansiosos esperando el nuevo amanecer. Se alzaban orgullosos antes otros tres que solo podían alzar al cielo sus ramas y que con un susurro del viento parecían querer coger el cielo. En ese cielo en el que tras las nubes amarillas intentaban dibujarse con esfuerzo las estrellas y brillaba con fuerza la luna.

Un suave y frió viento le acaricio la cara y le removió el pelo como queriéndole llamar la atención, como intentado que se fijara en el, invisible siempre. Pero no lo hizo, sonrió a los edificios que se alzaban con sus formas intentando ser perfectos. Perdidos estaban esos seres en su propia percepción, incapaces de notar el sutil orden de la vida, la perfección del caos ni el sonido del vació. Hasta el viento parecía querer volar por las líneas marcadas por esos seres incapaces de comprender ni el espacio ni el tiempo.

Huyendo de la oscuridad habían matado la luz de las estrellas, huyendo del bosque se habían encerrado en cuevas. Y el estaba allí, percibiendo su incapacidad para adentrarse en nada que estuviera mas lejano de sus narices, incapaces de ver la perdida de sentido de las palabras confusión y incertidumbre. Pero aun así eran orgullosos en sus fallos, reproduciéndolos una y otra vez, perdidos por eso a lo que llamaban sentimientos. No podían saber en que dirección saldría una hoja de un árbol y suponían entender lo que les decía el corazón. Eso algunos, los buenos, lo otros se dejaban guiar por su propia mente, por las propias ideas que les esclavizaban y sentían pánico ante el termino libertad, el no quería ni tenerlos en cuenta.

Y el estaba allí, rodeado de ellos, intentando palpar la tranquilidad que les inspiraba esas farolas, esos edificios rectos y esas calles tan sólidas. Esa calles construidas sobre una tierra que no llegaban a comprender. Mataban a la tierra orgullosos de creerse capaces de reconstruirla y de restablecer un equilibrio que no conocían. Y así se perdían generación tras generación, sin que el sol pareciese querer salir nunca. Finalizaban sus vidas sin saber por que habían vivido, sin entender lo que habían hecho y sin ni siquiera llegar a sentirse satisfechos por lo que llegaron ha conseguir.

Las farolas se apagaban y encendían siempre sobre la misma oscuridad y los árboles morían y eran cambiados por otros, intentando en un esfuerzo loco, al igual que esos seres, realizar algo lejos de sus compañeros, sin saber que no podían hacer nada sin saber que estaban solos. Los edificios se derrumbaban y ellos volvían a alzarlos, con formas cada vez mas perfectas, pero siempre muy lejanas, siempre limitadas por su propia percepción. La cueva cambiaba y seguía siendo una cueva en la que no llegaban a encontrar la seguridad, en la que gastaban sus esfuerzos en conseguir algo que desconocían.

Hasta que por fin salio el sol y ilumino los edificios caídos y las farolas encendidas, que asustadas se apagaron. Los seres no llegaron a comprender lo que pasaba y se escondieron en sus cuevas, intentando seguir haciendo sus mismos errores. Pero el sol calentó a los árboles y les dio fuerza y entendimiento, y comprendiendo su soledad se marcharon y nunca volvieron con esos seres. El viento comprendió el espacio y salio a disfrutar de el, no volviendo a soplar nunca en sus cuevas.

Y el sonrió mirándolos aun incapaces de ver nada. Sonrió viendo como por fin el mundo se rendía con ellos y se esforzaba en alejarse de sus cuevas. El sol se puso en sus cuevas y nunca lo llegaron a saber y el se marcho sin sentir lastima por aquellos que vivían tan orgullosos de sus errores, por aquellos que disfrutaban de su mundo imperfecto. Se puede tener lastima de un ciego, pero no de aquel que no tiene ojos.

0 comentarios