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aluete

1.- Sin principio

El sonido de una pequeña piedra al caer al agua no distrajo a los pescadores de caña que sentados en el muelle pasaban tranquilos la tarde. Con el sol sobre sus arrugas y sin nada nuevo que comentar, ni nada viejo que querer recordar en esa hora de la tarde se sentaban todos en su lugar de siempre, sin un gran interés en pescar y sin especial atención en que llegar la hora de cenar y de estar en el bar, sus cabellos eran mecidos por el aire salado y sus oídos recogidos entre las olas del mar y alguna gaviota mecida en el cielo. Exactamente sonidos que les hacían ignorar la piedra caída al mar. Sin embargo a ella le gusto observar el resultado de su patada. Es igual cuantas piedras tires al agua de una patada, siempre parece haber piedras que rematar.

Acababa de llegar al pueblo y se había acercado al muelle a saludar a sus viejecitos como hacia siempre, sin embargo, siempre esperaba un rato a que siguieran en sus ojos perdidos y sus mentes tranquilas. Que prisa para ellos ni para ella, que no tenía nada que hacer, no si aun no se había levantado. Levanto la cabeza al cielo en el que el sol brillaba en completa soledad y cerro los ojos intentando ver el viento que a ella le acariciaba la frente ahí abajo, y que ahí arriba sostenía a las gaviotas que lo quisiesen. Como de costumbre, lo hizo sin éxito.

Con sus pequeños ojos negros una gaviota extendía sus alas y las recogió en un rápido movimiento cuando una ráfaga la desequilibro un poco. A continuación, la ráfaga se desplomo por un depresión creada entre su alrededor y se dirigió perdiendo algo de fuerza hacia el pueblo. Este efecto de aire se propago acariciando las paredes de las casa y saltando a algún que otro tejado hasta que al pasar por al lado de una ventan meció suavemente las cortinas que llegaron a tapar el sol que iluminaba la cara del chico que estaba en la cama, dejando a continuación pasar los rayos solares, lo que consiguió despertarlo.

Abrió los ojos como si fuera la primera cosas que hacia en su vida. Como intentando recordar como se hacia y levantando suavemente la mano para tapar el sol en un movimiento involuntario. Tras esa experiencia miro a la ventana y vio como las cortinas eran mecidas por el viento recogiéndose una y otra vez sobre si mismo y las estuvo mirando un buen rato, preguntándose pro que la palabra cortinas y la percepción de que eso que veía era normal, le inundaba la cabeza. A continuación se fijo en lo que parecía estar unido a el, ser parte de el y pensó “son mis manos”, dándole la vuelta para verla por los dos lados y recibiendo el sol en los ojos, al que intento mirar sin conseguirlo, teniendo que desviar la mirada al final, sintiéndose tonto, sin llegar a relacionar bien que era eso.

Subió las escaleras despacito, como no queriendo hacer crujir las maderas, como no queriendo levantar a aquel que esperaba que despertase pronto. Al abrir la puerta, se lo encontró de pie mirándose al espejo y levantándose la camisa del pijama para tocarse la barriga. Al escucharla entrar giro suavemente la cara y la miro durante un momento y al final dijo automáticamente, sorprendiéndose por un momento de los sonidos que salían tan eficientemente de su mente por su boca:

- Hola.- Ella estaba parada en al puerta, mirándolo tranquilamente, como esperando a algo y el que no sabia bien que hacer, se le ocurrió decir lo que mas le rondaba la cabeza. Volvió a mirar al espejo y lo señalo. – Ese soy yo.-
- Si, ese eres tu.- Le dijo con una sonrisa mientras se acercaba a el. Al menos este se había levantado de la cama el solito pensó. Le acaricio la mejilla, para que tuviera algo nuevo en lo que pensar y se sentó en la cama. -¿Quieres que hablemos un rato?-

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